lunes, 25 de febrero de 2019

Farinelli, Il castrato...

Durante los siglos XVII y XVIII y parte del XIX, reinaron en los escenarios de los teatros líricos auropeos los llamados cantantes castrados, o castrati. Esta modalidad consistía en perpetuar en el adulto la voz infantil, eludiendo así su desarrollo natural, lo que se lograba por medio de una operación en los órganos sexuales del niño varón, obteniéndose una interrupción de la evolución viril, paralizándose el crecimiento de las cuerdas vocales y otros aspectos relacionados con el aparato fonador. No hay duda de que fue éste un cruel y mounstruoso procedimiento de contentar a los entusiastas simpatizantes de este tipo de voces.

La castración con fines musicales se practicó casi exclusivamente en Italia y permaneció siempre como un secreto en cuanto a la técnica de realización. Habitualmente la hacía un cirujano; pero también podía efectuarla un barbero (hoy peluquero), en ambos casos clandestinamente.

Y no todo se circunscribía a la operación, al niño debía educársele la voz y en este sentido se destacaba el Conservatorio de Nápoles. Con esta singular situación corrió serio peligro la actividad de las cantantes del sexo opuesto, pues éstas debieron enfrentarse con la aceptación y la preferencia por parte del público de los cantantes castrados, quienes -lógicamente- también hacían roles femeninos. 

El más grande de los cantantes "castrati" fue Carlo Broschi, quien nación en Nápoles en 1705 y falleció en Bolonia en 1782. Se lo conoció como Farinelli.
(Fuente: Cultura musical I. J.C. García Cánepa. Ed. Estrada pág.60)

Lascia ch'io pianga - Rinaldo (1711) de Georg Friedrich Händel. Farinelli.








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